Mi abuelita se vestía con faldas de colores. Ella misma las confeccionaba, todas las mañanas la veía bordar sin falta. Después de tomar su café de olla con un trozo de pan dulce, la encontraba en la esquina del patio sentada sobre un banco de madera. 

Despertarse por la ligera fragancia de café recién hervido proveniente de una olla de barro que se encontraba sobre el fogón de leña de la cocina y por el canto de los pájaros que se posaban, cada mañana, en el único árbol del jardín. Había muchas razones por la que me gustaba quedarme en su casa los fines de semana, una de ellas era verla bordar. Colgaba su enagua en un árbol, tensándola con ayuda de una rama. Ella hacía magia con las manos en pocas horas, con ayuda de una aguja gruesa y muchos hilos de colores; de vez en cuando bordaba pájaros rojos de dos cabezas, pero sobre todo bordaba muchas mariposas naranjas. 

Justo después de levantarme del catre de ixtle, me dirigía hacia al jardín a acompañarla, ella me miraba con ojos expresivos mientras me decía jopi chí na jnu neª, a lo que yo le respondía sí, amaneció bonito el día de hoy. Me podía quedar todo el día viéndola bordar mientras me acostaba en la hamaca de color azul con franjas naranjas, atada de esquina en una rama frondosa del árbol hacia una pared de la casa. La hamaca fue tejida por mi abuelo en Berriozábal, pueblo de dónde él era originario, lugar dónde ellos se conocieron y, posteriormente, casaron. La hamaca fue un regalo de bodas por parte de él a mi abuelita, estaba tejida con hilo de color azul claro, que semejaba el cielo en un día despejado, y color naranja, aparentando la tonalidad de las mariposas Monarca que mi abuela amaba.

Un día, mientras me encontraba meciendo sobre la hamaca contemplando a mi abuela hilvanar, le pregunté por qué bordaba tantas mariposas a cada una de sus coloridas faldas, con voz melosa me respondió que ella quería convertirse en una. Tenía la creencia que al morir nos convertiríamos en lo que más quisiéramos. Algunos creen firmemente en el cielo, si ese es su verdadero deseo, podría ser también su realidad. Por su parte, mi abuela creía en las mariposas y de corazón aseguraba que algún día se convertiría en una.

Así como le gustaba decorar sus enaguas, también lo hacía con su cabello. Se trenzaba en dos su larga cabellera cuyo color era un evidente manifiesto de su larga experiencia en el mundo, era un bello tono gris plateado con ligeros y muy escasos mechones negros que se resistían a cambiar de color. Ataba ambas trenzas con listones de colores que la caracterizaban, siempre eran morados o rosas, apenas a juego con los colores de la falda. Viendo los dibujos de la prenda, el ornamento en su cabello me recordaba a la escena de un campo abierto, a aquellas flores en tonos lila y magenta que con tanto revuelo buscaban las mariposas.

Un día, mientras nos encontrábamos en la cocina, sumergiendo nuestra rebanada de pan dulce dentro de la taza de café negro, platicábamos acerca de las simplezas de la vida, se me ocurrió pedirle prestada una de sus faldas. Ella aceptó, si yo le prometía cuidarla y evitar que se ensuciara. Entusiasmada, corrí en dirección a su recámara y tomé la primera falda que encontré en el baúl. No tuve que decidir en elegir alguna, pues todas eran igual de hermosas a mi parecer, además, la emoción no me permitió pensarlo dos veces así que me lo probé enseguida. Me redirigí hacia la cocina para mostrarle a mi abuela. Para mi desgracia, la falda no me quedó; yo era aún muy pequeña y mis caderas no se habían ensanchado lo suficiente. “Tendrá que esperar”, le dije con ojos de desánimo, sin siquiera voltear a verla, ella me tomó de las manos y acto seguido alzó mi mirada hasta que se cruzara con la suya, sus palabras me hicieron recobrar el entusiasmo, pues prometió regalarme la mitad de sus faldas cuando éstas me quedaran e incluso, otorgarme todas cuando ella se convirtiera en una mariposa. Su última frase no causó un eco en mi interior, puesto que en realidad no la había comprendido del todo

Mi abuela vestía faldas de colores, enaguas llenas de gotas de sudor de arduo trabajo, representadas en los bellos bordados de mariposas naranjas. Cada que veía una gota fluir desde su frente para terminar escurriéndose por su barbilla hasta llegar al bordado, aparecía una nueva mariposa en la falda. Surgían en un segundo, como magia. Quién diría que, como las gotas, mi abuela se convertiría en una mariposa algún día.

Los años pasaron, aunque no nos percatáramos de ello; a pesar de que nuestra vida cotidiana era monótona y sencilla, había pequeñas diferencias, ocurrencias y sonrisas nuevas entre cada día. Éstas últimas, eran la razón principal por la que tanto amaba a mi abuela. Fue en noviembre, el mes en que sus enaguas me quedaron y el mismo en que rogué que mi abuela volara en lo alto, lejos, en los extensos campos que cubren como manta a los cerros acampanados, por allá dónde los primeros rayos del sol tocan la tierra produciendo que los capullos de las flores emerjan para aparentar saludar y darle las gracias. Ese mismo día tomé todas sus faldas y me las probé una por una. Al descubrir que mágicamente todas me quedaron, tomé la que mi abuela usaba más y después de trenzarme el cabello en dos con ayuda del cepillo que se encontraba en la mesita de la habitación y adornarlo con dos listones, me dirigí al jardín. Para evitar que se ensuciara de tierra, alcé el frente de la falda con ayuda de mis manos y me senté sobre el banco que estaba junto al árbol, cruzando la pierna derecha sobre la izquierda. Me quedé ahí, inmóvil, esperando a que llegara. No tardó muchos minutos cuando la vi aparecer; aquel insecto con bellas alas formadas por líneas negras que fluían a lo ancho y largo, formando pequeños contornos que encerraban óvalos blancos y figuras con forma de pétalos de tonalidades naranjas. Llegó y se posó sobre mi rodilla derecha que se encontraba cubierta por la falda. Hola, abuelita, le dije.

ª Mexicanísimo (20 de octubre de 2014). Frases en chinanteco. ‘Jopi chí na jnu ne: Que bonito amaneció’ (Traducción por Alicia Gregorio Velasco). http://www.mexicanisimo.com.mx/frases-en-chinanteco/

Autora: Lilián Crystell Mata Montero, estudiante de Arquitectura de 7mo semestre

1er Lugar en el 1er. concurso de cuento corto Con tinta Anáhuac

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