El hombre es por naturaleza un ser social, siempre con la latente necesidad de comunicarse, posee un impulso en lo profundo de las entrañas que lo ha llevado a indagar, descubrir y crear inimaginables formas de compartir sus pensamientos.
La radio siendo una de ellas, el sonido viajando a través de ondas ha sido pieza clave en la historia de la humanidad: acompañando y conectando a la gente; estando presente en los momentos más felices pero también en los más desgarradores; reproduciendo una dulce melodía en la víspera de navidad pero al mismo tiempo siendo la fiel compañera de los soldados a mitad de la noche. Sin embargo, a pesar de la pasional y duradera historia entre el hombre y la radio, poco a poco se ha ido olvidando de ella.

Es indiscutible el hecho de que la sociedad no es la misma que solía ser hace unos años, su forma de ser, actuar y pensar, ha ido transformándose con el pasar del tiempo, lo que ha hecho que cada día sea más difícil conectar con la gente. “La radio es cuestión de intimidad, casi como una relación pasional entre emisor y oyente” (Belau, Á. F. 2006) pero generar este tipo de lazo, se ha vuelto una misión difícil de llevar a cabo. La sociedad ha cambiado a tal grado que es difícil poder agrupar y unir a las personas. Cada cabeza parece ser un universo mismo que opera con demasiadas intervenciones del resto, generando una masa de pensamientos demasiado difícil de poder entender.
Por otro lado, la llegada de los nuevos medios ha significado un gran avance, permitiendo que el mundo se conecte en cuestión de segundos. Ahora, es posible enterarse de lo que pasa en el otro extremo de la tierra en ese mismo instante. Los nuevos medios representan un gran reto para la radio, ya que se tiene que enfrentar cara a cara contra la inmediatez, la bilateralidad, la accesibilidad y la diseminación de información que las dulces redes sociales ofrecen.
“La revolución tecnológica transformó hasta tal punto el mundo de la comunicación que obligó a reestructurar los medios y a redefinir sus funciones para adaptarse a la nueva situación porque en la era digital la mayoría de las cabeceras incorporaron servicios que antes eran exclusivos de otros soportes” (Soengas Pérez, X. 2013)
Ahora, los medios tanto tradicionales como digitales, tienen que poseer la habilidad de adaptarse a sus consumidores, ya que su público se encontrará en una interminable evolución. Es por eso que “los objetos de los medios digitales e interactivos no son inmutables o fijos, sino que generan diferentes versiones susceptibles de ser adaptadas a las condiciones de consumo de los usuarios.” (García-Marín, D. 2019). Cualquier cosa que tenga la capacidad de aceptar los cambios, nacer y renacer, podrá mantenerse con vida.

Cómo ya se ha mencionado, a pesar de que todos estos cambios generaron que la radio se encontrará agonizando, esta se ha ido adaptándose a sus oyentes, creando condiciones que encajen con los nuevos estilos de vida que existen y aprovechando las herramientas que la internet ofrece, como lo son los podcasts y la radio online, permitiendo que la gente sintonice con las voces que quiere escuchar y ofreciendo un nuevo tipo de experiencia.
A medida que el mundo avanza y la sociedad cambia, todo a su alrededor se ve en la necesidad de morir, de destruirse, claro, siempre conservando su esencia, para después poder renacer. Los medios deben de volverse resilientes, saber manejar el hecho de que todo a su alrededor se transforma. De esa forma, serán capaces de satisfacer las volátiles necesidades del hombre. Compartiendo la opinión de Cebrián Herreros ,“frente a los pronosticadores de muertes anunciadas y a los deslumbrados por los avances técnicos, la radio seguirá adelante. Sufrirá nuevos choques y frenos, pero se adaptará, competirá y sobrevivirá en primera fila dentro de la convergencia multimedia con sus valores específicos”
Aún con retos y complicaciones, considero que la radio sobrevivirá y esto será un ciclo infinito que consistirá en fragmentar para volver a construir, tal como haría el uróboros al devorarse a sí mismo sin dejar de existir.
Por: Aranza Llera





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