
Ante las marchas públicas realizadas el pasado domingo 26 de febrero como signo de rechazo e impugna a la reforma conocida como «el plan B» que hay impulsado el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se han desatado una serie de controversias que han polarizado la temática central de la cual todos los mexicanos, deberíamos estar atentos.
El paquete de la reforma electoral aprobado por el Senado de la República y turnado a ejecutivo para su publicación, solo necesitó de la mayoría simple para su aprobación, a diferencia del primer intento que se realizó buscando modificar 18 artículos de la Constitución, sin embargo al no lograr los dos tercios requeridos de la cámara. Ahora, con la reforma de seis leyes secundarias, los cambios circundan entre la estructura del Instituto Nacional Electoral, las juntas locales y distritales, los módulos de expedición de la credencial para votar, el adelgazamiento del servicio profesional electoral y la regulación del Programa de Resultados Preliminares (PREP).
Los dimes y diretes en medios de comunicación, enfrentamientos directos desde el púlpito de la conferencia mañanera del presidente Obrador, la ventaja política que se quiere sacar con el tema, la desinformación en redes sociales, no deja mal parados a los integrantes del INE, ni a los diputados y senadores que aprobaron el paquete de reformas, ni al mismísimo líder del ejecutivo federal, pues más bien y ante todo, somos los ciudadanos los que ocupamos el puesto de espectadores de la comedia política que se hace en nuestro país.
La marcha en defensa del INE nos trae la otra en defensa de MORENA, del presidente. Esta parece ser la tónica de conversación de los problemas sociopolíticos de nuestro país, al menos los que más difusión tienen, porque en vísperas de los comicios electorales para la presidencia del Estado Mexicano, la disputa alcanza tonos inverosímiles de una política con el mínimo de rigor ético. Nuevamente somos los ciudadanos los que quedamos en medio del fuego cruzado, el cual, parece ser el motor que alienta las movilizaciones que se gestan de distintos puntos de la nación.
¿Qué podemos hacer? Elevar el nivel de la conversación, en dos vías particularmente. La primera recae en los alcances de la exigencia que tenemos como ciudadanía ante aquellos que nos gobiernan, que dicho sea de paso, salen de nuestra comunidad, pues son personas como tú y como yo que han crecido y desarrollado como todos, sin embargo, algo parece darse en el fenómeno de la politiquería mexicana que termina por modelar a la figura política, haciéndole sacar sus más grandes miserias. Sin embargo, ¿qué eso no está en el rango de ser humano? ¿no está también nuestra parte débil? Por supuesto que se encuentra ahí, pero no es la que nos define, pues poseemos más facultades que nos mejoran integralmente. Por otro lado, la segunda vía que debemos mejorar es la de tener mayor participación en el ejercicio electoral cotidiano, pero aún más en los momentos de elección, pues al menos, como representantes de casilla, instructores, supervisores, comisionados, jefes distritales, consejeros electorales, etc., podríamos garantizarnos una mejor ejecución de los procesos que determinan a nuestros representantes.
Ahora, con mayor claridad, posiblemente salga una tercera vía, que es la que más compromiso y exigencia tiene, porque es incluye el desarrollo de una propuesta, su nacimiento, su estructura, su planeación y desarrollo. Me refiero a una alternativa política que, con base en una ciudadanía que ve, escucha y experimenta desazón gubernamental, pudiera ofrecer desde otra óptica mayormente centrada en la caridad al otro en toda la extensión de la palabra, para contrarrestar esa turbulenta mirada intoxicada y nublada generada a partir de lo que hasta ahora es solo marchas y palabrería.







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