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A través del tiempo la relación con papá, dependiendo del concepto que hayamos establecido referente a nuestra figura paterna puede conducirnos a discutir sobre un tema pesado o relajado de examinar. Sin embargo, esto no significa que debe permanecer así el resto de nuestra vida como hijos o padres. Especialmente entre los 20 y 28 años, el vínculo con nuestro progenitor es trascendental para lograr direccionarse a un lugar sano y enriquecedor para ambos como seres humanos cambiantes. Mismo que resulta significativo para el bienestar de un hijo adulto. Es de suma importancia la responsabilidad y compromiso que como padres de familia necesitan contemplar para actuar acertadamente en la vida mediante sus descendientes. Paralelamente, declararemos los factores principales que se buscan para una mejor comprensión padre e hijo en esta particular etapa de sus vidas.

Adaptarse al pensamiento

Los juicios, razones e ideas de cada persona son diferentes, únicas e irrepetibles, por lo que generar desacuerdos por la manera en la que percibimos, aceptamos y actuamos sobre las cosas es normal como seres humanos pensantes. No obstante, se puede ocasionar un conflicto por lo que el otro considera aceptable, influenciado por lo social, psicológico o emocional. Lo anterior no tiene razón de ser reprimido por alguien más.

Los gustos, preferencias e ideales de un joven adulto importan tanto como las creencias de su padre, para compaginar acertadamente con su personalidad lo que el hijo busca es la aceptación de su familiar al momento de declarar algo en especial. Vivimos en una era moderna en la que todo a nuestro alrededor ha evolucionado, puede ser que para el joven esto sea sencillo de adherir a su vida, más para el padre tal vez no lo es. Así que el verdadero reto está en abrir su mente para permitirse recibir lo que su hijo está dispuesto a ofrecer. Es momento de mirar la vida a través de los ojos del joven adulto pues mediante esta práctica se puede lograr conocerse mejor y poder identificar las controversias que se pudieron suscitar en el pasado por este tema.

Intervención en el camino

Sabemos que nuestro padre por instinto natural está dispuesto a protegernos de por vida, mas realizarlo en exceso ocasiona incomodidad en la vida del joven, si el padre confunde como suya cuando en realidad es la vida de su hijo. Esto nos conduce a reflexionar acerca de la manera en la que el padre puede participar en la toma de decisiones del joven, pero no invadirlo por completo. Aunque es un tema complejo para los padres, llega un punto en el tiempo en que los hijos están destinados a madurar y salir a encontrar su lugar en el mundo, por lo que tomar las riendas de un camino que no es el propio solo conduce reacciones negativas para el hijo.

Por supuesto que el joven adulto siempre necesitará diversas maneras de apoyo en su propio camino. No obstante, el padre en este sentido no debe abusar de la circunstancia, pues comúnmente la necesidad económica se suele confundir por dominio. Corresponde ahora ofrecer un espacio de libertad en la independencia del hijo para generar confianza, apertura, libertad y amistad en cada uno de sus pasos.

Sensibilizar con empatía

Los padres pueden dar por hecho que al cumplir cierta edad controlan sus emociones y no necesitan ayuda en este ámbito. Pero la realidad es que el hijo experimentará diferentes emociones en esta etapa de su vida que al no lograr ser escuchadas y comprendidas, lo puede conducir a enfrentar un problema serio o incluso alguna enfermedad crónica.

Preguntar por el estado emocional tanto del padre como del hijo es clave para aprender a escuchar y canalizar los sentimientos de cada uno sin juzgar. Contar con el soporte paterno es este sentido tendrá un efecto positivo en el joven. La preocupación de un padre por su hijo es un suceso que llevará su convivencia a un lugar más pacifico. Para liberar los traumas, posturas y contraposiciones de eventos vividos a nivel familiar, el hijo necesita contar con su padre para autorrealizarse desde otro sitio.

Compañeros en el viaje

A menudo el hijo joven puede atravesar algún vacío personal por no contar con la lealtad simultánea a su padre. Si bien existe una diferencia en diversas cuestiones entre ellos, esto no da por hecho que sea imposible permanecer cerca en el camino de la vida que atraviesa cada uno en particular. Los padres en esta etapa comienzan a ser observadores en la vida de sus hijos, dejando pasar en ocasiones el valor de la unión el cual en otra etapa se percibía con mayor visibilidad o tal vez ese momento está por venir. Tomando en cuenta la vida presente de ambos seres establecer una conexión que les permita crecer juntos es algo para el joven adulto lo mantendrá satisfecho y mejor preparado gracias al servicio que su padre tenga para brindarle.

Hacer viajes juntos, darse tiempo para conversar, divertirse con un juego de mesa, escuchar música pueden ser algunas de las miles de actividades que aunque se encuentren en entornos diferentes los haga fortalecer su vínculo desde el compañerismo. No hay que olvidar que somos seres a los que les encanta estar acompañados, si el padre y el hijo aprovechan del poder que existe entre ellos para alegrarse la vida mutuamente su camino emprenderá un vuelo excepcional aliviando más que una alma, sino dos.

Por: Michell Sampieri Croda / @michellsampieri

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