
En un mundo donde el talento joven a menudo pasa desapercibido, la historia de Ángela Elena Olazarán Laureano nos recuerda el enorme potencial que existe en nuestra juventud. Recientemente galardonada con el Global Student Prize 2024 como la mejor estudiante del mundo y ahora reconocida con el Premio Estatal de la Mujer 2025, Ángela es un motivo de orgullo para Veracruz y, en particular, para la comunidad universitaria de la Universidad Anáhuac Veracruz.
Su trayectoria es admirable: una joven oriunda de Papantla que, con esfuerzo y dedicación, ha logrado destacarse no solo en su formación académica en Ingeniería en Tecnologías de la Información y Negocios Digitales, sino también en la promoción de espacios de participación para todas y todos en sus comunidades. Su voz ha resonado en foros tan importantes como la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, la ONU y la Unesco. Ángela es un ejemplo de que la educación, cuando se combina con pasión y determinación, puede ser una herramienta poderosa para transformar realidades.
Sin embargo, junto con el reconocimiento de su éxito, surge una reflexión importante: ¿cómo acompañamos a jóvenes como Ángela para que continúen su desarrollo sin perder su esencia ni su juventud?
El talento y la excelencia no deberían convertirse en una carga. Ángela es, ante todo, una joven universitaria que, además de sus logros académicos y sociales, tiene derecho a una vida plena, con momentos de descanso, amistad y crecimiento personal. El reto para su comunidad educativa y su entorno cercano es brindarle las herramientas necesarias para que continúe desarrollándose sin que el peso de la expectativa apague su entusiasmo.
A menudo, los jóvenes que alcanzan grandes reconocimientos enfrentan una presión constante por seguir superándose, por mantener una imagen de perfección y por cumplir con las expectativas de quienes los rodean. Es fundamental que como sociedad y como universidad sepamos acompañar su crecimiento con un enfoque integral, que le permita seguir siendo una estudiante con una vida equilibrada, más allá de los títulos y galardones.
Desde la Universidad Anáhuac, tenemos la responsabilidad de brindarle un entorno de apoyo donde pueda continuar desarrollando su talento sin descuidar su bienestar emocional y personal. Esto implica fomentar espacios donde pueda compartir sus inquietudes, recibir orientación y, sobre todo, disfrutar de su proceso de aprendizaje sin la carga de una presión excesiva.

Ángela es un recordatorio de la calidad y compromiso de nuestros estudiantes. Su historia debe inspirarnos, no solo a celebrar sus logros, sino también a preguntarnos cómo podemos replicar su éxito en otros jóvenes. ¿Cómo podemos motivar a más estudiantes a seguir sus pasos? ¿Cómo aseguramos que el talento emergente reciba el respaldo necesario para florecer sin sacrificar su bienestar?
El reconocimiento a Ángela Olazarán es un motivo de alegría, pero también una llamada a la acción. No basta con aplaudir su éxito; debemos comprometernos a seguir acompañándola en su camino, asegurándonos de que reciba las oportunidades, el respaldo y la orientación necesarios para que su crecimiento no solo continúe, sino que lo haga de manera saludable y equilibrada.
Nuestra recomendación como comunidad universitaria es clara: celebremos sus logros, pero, sobre todo, cuidemos su camino.
Fomentemos un entorno donde los jóvenes talentosos puedan brillar sin miedo a quemarse, donde el éxito no implique una carga desproporcionada y donde cada estudiante pueda desarrollar su máximo potencial sin dejar de ser, ante todo, un joven con sueños, pasiones y una vida plena por delante.
Ángela nos ha mostrado hasta dónde puede llegar el talento bien encauzado. Ahora nos toca a nosotros asegurarnos de que su luz siga brillando sin apagar su esencia.
Editorial Revista Al Aire Anáhuac





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