
El libro de no ficción más impactante que he leido, es sin dudas, Voces de Chernóbil, una crónica del futuro, y te voy a decir porqué. No solo porque fue escrita por Svetlana Alexiévich, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2015, ni por ser la base para la escritura de la serie de tv Chernobyl (2019), que ya todos vimos en HBO y que es de las mejor calificadas en la historia con un 9.3 en IMDB. Tampoco porque te podría hacer llorar desde las primera páginas.
Resulta que Alexiévich realizó más de quinientas entrevistas a diferentes habitantes de Chernóbil después de que en 1986 explotara un reactor de la Central Eléctrica Atómica de Chernóbil, ubicada en una zona agrícola de Ucrania cerca de la frontera con Bielorrusia, lo que significó uno de los desastres tecnológicos más terribles de la historia, con peor impacto ambiental. La indignación explotó cuando se supo que no había sido un accidente sino una negligencia sistemática que generó la radiación que destruyó ecosistemas y muchas vidas, algunas de ellas de seres que apenas estaban por nacer. ¿Te imaginas?
Cada entrevista es una voz y entre tantas voces se va formando un gran relato de lo ocurrido. Pero formado por pequeñas piezas de un gran rompecabezas, cada pieza es un relato en primera persona que narra la vida cotidiana de una víctima, y de su inevitable relación con ese veneno invisible que carcomió alguna parte de su existencia.
Regresando a Svetlana, hay que decir que tiene un oficio periodístico notable, llamado por algunos Periodismo Literario. Todo lo publicado en Voces de Chernóbil es producto de diez años de profundas entrevistas que dan cuenta de la personalidad de cada testigo, de cada habitante, de cada víctima que se encontró con la tragedia a causa de la injusticia, la ignorancia o por mera inocencia. El lector se encuentra con un mosaico de historias: Qué vivió el bombero que llegó a la planta para sofocar las primeras llamas sin saber que la emergencia era radioactiva. Qué pidieron al militar cuando le llevaron a sobrevolar unas torres sin saber que era un reactor nuclear. Qué vivió la campesina que detectó como los gusanos se marcharon de la superficie cuando sintieron que el oxígeno les quemaba. Qué vivieron los cazadores a quienes solicitaron llevar sus rifles para matar mascotas expuestas a la radiación. Qué pasó cuando una mujer embarazada no entendía lo que la radiación podría hacer a su vientre. Tantas y tantas piezas.
La mejor forma de no olvidar es hablando, leyendo, analizando, echando alcohol sobre la herida. Sacando los trapos a la luz. Para que se recuerde, para que la humanidad no siga girando sobre ese círculo que parece aveces inevitable. La técnica de la entrevista es una poderosa herramienta para extraer diferentes y profundos puntos de vista, porque tristemente, la realidad siempre supera la ficción. Si aceptas mi sugerencia de leer Voces de Chernóbil, una crónica del futuro. Te invito a que lo hagas preguntándote cómo habrá hecho Svetlana para recoger cada uno de estos testimonios… ¡Qué locura!
Extra
Si no has visto la serie producida por HBO y que ahora se encuentra en MAX, te recomiendo –como se recomienda siempre en estos casos– que leas primero el libro. Si ya viste la serie, entonces sabes de lo que estoy hablando. Ahí me cuentas si te atreviste a leerlo en @josuerodrigo.






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