Por Carmina Merino Cortés

Xalapa es una ciudad de libros. Esto se nota en las ferias de libro realizadas en la Casa del Lago, el Colegio Preparatorio de Xalapa y el Parque Juárez entre los meses de abril a julio. También lo demuestran las múltiples librerías de la ciudad, como la Rayuela y la Porrúa, ambas ubicadas en Xalapeños Ilustres, o la librería Hyperión en Murillo Vidal. En estos lugares se encuentran los best-sellers, los libros de los que todos hablan y que todos quieren conseguir.

Pero también existen otro tipo de lugares. Aquellos en los que los libros pueden estar un poco maltratados, en donde encontrar un libro es toda una aventura y donde puedes hallar joyas si miras con atención. Estas son las librerías de ocasión, de segunda mano, de libros usados, antiguos o más comúnmente, librerías de viejo.

De acuerdo con Pablo Avilés Flores, miembro del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, la historia de estas librerías en México se remonta al siglo XIX. En una entrevista para la Gaceta UNAM en 2022, el doctor en historia explicó que comenzaron en el que ahora es el Centro Histórico. Las librerías se encontraban en las calles de Madero, Carranza, Guatemala, 5 de Febrero y Donceles siendo esta última donde incluso hoy se mantienen estos locales.

Pero, las librerías de viejo no se limitaron a la Ciudad de México. Con el paso de los años, comenzaron a aparecer estos negocios en otras partes del país, hasta llegar a Xalapa. Actualmente, existen varias librerías de segunda mano en la ciudad, que han sobrevivido a eventos como la aparición del libro electrónico y la pandemia de COVID-19. “Los Argonautas”, “La Rueca de Gandhi”, “El Aleph”, “El Hombre Ilustrado” y “Da Vinci” son ejemplos de locales a los que los lectores pueden acudir para nutrirse de libros antiguos.

Héctor Merino, ávido lector y cliente habitual de librerías de viejo desde su adolescencia, opina que esta clase de tiendas tienen un aura distinta a las librerías que venden libros nuevos. “A final de cuentas son como una especie de, pues de santuario, porque siento que también quien se dedica o quien decide poner una librería de libros de segunda mano tiene una visión distinta a la del que pone una librería regular, normal. La otra tiene como que ese matiz más comercial, por decirlo así, y esta otra no, esta otra sí es así como de alguien que atesora y que valora los libros”.

Imagen cortesía de la autora

“Yo creo que estos lugares es bien lindo que subsistan al tiempo. Son vitales porque también se vuelven como un refugio”, dice Roxana Acevedo al preguntarle sobre el valor de las librerías de segunda mano. Ella es coordinadora de la librería “Los Argonautas”, ubicada en Rojano 20. Es una casona de fachada azul, adornada con un letrero de madera que muestra al Argos, barco que aparece en el mito del que el local toma su nombre.

A pesar de que se integró formalmente en diciembre del año pasado, Roxana ha seguido el proyecto desde sus inicios hace 14 años. El fundador, Marduck Obrador Garrido, quien lamentablemente falleció durante la pandemia, tenía el objetivo de “reivindicar la circulación que puede dar una librería de uso”. Con el paso del tiempo, “Los Argonautas” se ha formado desde la mirada y las necesidades de los lectores. Se volvió un lugar al que las personas van para encontrar primeras ediciones o libros raros. “Es un trabajo ya como muy apropiado por todos los usuarios, de poder, pues encargar, también ir a la búsqueda de títulos que los mismos usuarios requerían o han ido requiriendo”.

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5 años más de historia son los que tiene la librería “Da Vinci”. Al caminar sobre Úrsulo Galván es fácilmente reconocible por su pared adornada con la pintura “Perfil de un guerrero con casco” y su porche con sillas y piso que asemeja a un tablero de ajedrez. “Esta librería va a cumplir 20 años ahorita en noviembre”, explica Melvin Vázquez Flores, encargado de la atención al cliente.

Para él, que lleva trabajando en este local 8 años, el valor de las librerías de viejo radica en que cada libro tiene no solo la historia que está escrita en sus páginas, sino también su propia historia de vida. “A veces traen algún separador. Hemos encontrado cartas de amor, cartas donde se escribe una pena, pequeños diarios. Y conoces ahí muchas cosas que se te hacen interesantes. Parte de la historia de un libro, que a lo mejor tuvo un dueño, y después otro, y después otro. Y ahora está en nuestras manos para venderlo para un posible otro cliente. Yo creo que eso es lo bonito de la librería de segunda mano”.

Imagen cortesía de la autora

A diferencia de las otras dos librerías, la fachada de “El Aleph” es mucho más discreta. Es solo una casa color ladrillo en la calle Libertad 40, sin un cartel que anuncie su nombre. Pero, cuenta con un gran ventanal tras el cual se ven algunos de los ejemplares disponibles para comprar. A pesar de que ahora tienen todas sus estanterías atestadas de libros y revistas, comenzaron con alrededor de 50 ejemplares. De acuerdo con el dueño, Roberto Arriaga, llevan en el negocio más de 20 años. “Híjole, se dice fácil, lo dices en una exclamación, pero es toda una vida”.

La economía de las librerías de viejo

Roberto intercala su tiempo en la librería con su otro trabajo en la Universidad Veracruzana. Menciona que en sus inicios, él, su esposa Olga Lidia Ramírez y su compañero Lionel Reyes Mora pensaron “ilusamente” que con la librería les iba a ser suficiente para cubrir sus necesidades. Pero, en realidad no logran vender de tal manera que solo con eso tengan tranquilidad. “Todos los días te preguntas si vas a vender o no vas a vender, si te va a dar para los gastos o no te va a dar. Es complicado”.

A pesar de que en otros negocios sucede lo mismo, esto se exacerba en lugares así, pues parte de las bondades de las librerías de uso es que se pueden encontrar libros a un precio mucho más bajo del que están normalmente. “Al comprar un libro de segunda o seminuevo pues es mucho mejor para la economía de uno a comprar un libro nuevo”, declara Melvin. Por su parte, Roberto explica que un libro que está en $250 lo puedes llegar a encontrar en $150 o si tienes suerte hasta en $75.

Héctor, siendo sólo comprador, está de acuerdo y reconoce que una de las grandes ventajas de estos locales es su bajo costo. Esto sobre todo lo apreciaba en su época universitaria. “Para un estudiante sin muchos recursos, pues era así como un paraíso llegar y ponerse a escarbar entre las montañas de libros que había en esos locales gigantes, encontrar libros muy, muy buenos y pues a un precio sumamente económico”.

Según los Indicadores del Sector Editorial Privado en México 2022-2023, el precio promedio de un libro fue de $263. Esto equivale casi a un día de trabajo si tomamos en cuenta el salario mínimo general ($278.80). La Cámara de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), que publicó estas cifras, indicó también en 2022 que el incremento en los precios de venta al público fue de 3.8 por ciento. Teniendo en cuenta estos datos, no es de extrañar que muchas personas de distintos sectores decidan adquirir sus ejemplares en librerías de segunda mano.

Tipos de lectores

Ningún libro es igual que otro, y tampoco lo es ninguna librería. Menos las de segunda mano. A cada una acuden diversos tipos de personas que están en busca de algún tomo, ya sea por necesidad o placer. Roxana cuenta que “hay un público que es muy especializado, que podríamos catalogarlo como investigadores, escritores, que, pues sí, vienen a buscar estas ediciones porque están haciendo un campo de investigación o de estudio muy específico”. Entonces, acuden a “Los Argonautas” pues saben que ahí es posible encontrar el libro que necesitan, por muy raro que sea.

También los docentes van a esa librería de viejo. Pueden ser de todos los niveles, desde la primaria hasta académicos, o incluso normalistas. Y no son solo del centro de Xalapa, que es donde está el negocio, sino que también acuden de la periferia. Y claro, no se puede olvidar a los jóvenes que, en palabras de Roxana, están “ávidos de comer libros”. Marduck solía guiarlos y darles recomendaciones. Gracias a sus sugerencias y acompañamiento, muchos alumnos de preparatoria o estudiantes de letras encontraron historias que expandieron su universo literario. Ahora, Roxana busca continuar con ese legado.

Imagen cortesía de la autora

Roberto tiene una clasificación mucho más estructurada de sus lectores. Primero están los que leen lo que les piden en la escuela. A ellos realmente no les interesan los libros en general pero les preocupan lo suficiente como para ir a comprar uno si se los solicitan. Después está el lector que lee porque respeta el a la lectura. “Leer es una actividad que se valora socialmente, digamos que te da prestigio” opina Roberto. Entonces, estos lectores leen un poco porque se sienten culpables, así que hacen el esfuerzo y anualmente se compran uno o dos libros.

Menciona igual lo que él llama la familia lectora. “A veces vienen aquí una vez por mes, una vez cada tres meses. Y casi es riguroso que se lleven uno la mamá, uno el papá y uno o dos para los hijos”. Recuerda que, en su infancia, no había libros en su casa. En su percepción, su generación no leyó, tampoco la de sus papás. Pero, desde la aparición de Harry Potter, comenzó a incrementar el interés por la lectura. Y ahora, los de ese grupo de lectores, que ya son lo suficientemente grandes como para tener hijos, están intentando que las siguientes lean más. “Yo creo que se está leyendo más que lo que leyó mi generación y las generaciones que nos antecedieron”.

Y, por último, señala que está el lector que lee porque ya es parte de su vida. Son aquellos que “no pueden escuchar de un tema y no saber, cuando menos quieren tener una leve ilustración”. Estas personas leen de todo, no solo literatura. Devoran novelas, ensayos, cuentos, revistas de divulgación, libros de esoterismo, textos académicos, biografías. Roberto siente admiración por ellos, y por fortuna para él, “El Aleph” cuenta con 10 lectores de esta clase, aproximadamente.

Aunque, muchas veces las personas que solían ir seguido a la librería dejan de hacerlo por diversos motivos. Roberto recuerda que “había un niño, ya no nos ha comprado, no sé si ya está en la universidad o si su familia se cambió, pero este cuate tenía 12 años y te sabía de dinosaurios una cosa que te daba escalofrío. Ese es un lector, lector, que tiene una posición económica o unos padres que le cumplen. Así que yo me acuerde hemos tenido dos niños lectores”.

Por su lado, Melvin comenta que, usualmente, las personas que van a la librería “Da Vinci” son gente mayor, de 60 años en adelante. Por esta razón, lamentablemente han perdido clientela con el pasar de los años. “En estos años en los que he trabajado aquí, pues estas personas llegan a fallecer en muchos aspectos. Deja de venir mucha clientela que antes recordaba que venía seguido a comprar y ahora ya no están”.

La búsqueda del tesoro

La muerte de un lector no implica la desaparición de su biblioteca. Las librerías de viejo se hacen cargo de esto. Roxana dice que siempre están atentos a los llamados cuando una biblioteca particular se desmantela. Y, según menciona Roberto, en ellas es en donde pueden llegar a encontrar verdaderas joyas. Las personas acumulan muchos libros a lo largo de su vida, en ocasiones les han dejado 30 o 50 libros, incluso hasta cien, y a veces vienen volúmenes que no vas a hallar en ningún otro lado.

Al relatar esto, su rostro se ilumina. Parece que hablara de algo con mucha más magia en lugar de la compra y venta de libros. Relata la historia de ejemplares que están descatalogados y que solo se pueden conseguir buscando en librerías de uso. Libros que personas han visto citados múltiples veces pero que jamás creyeron tener en sus manos hasta que fueron a librerías de segunda mano.

Hay otros incluso más escurridizos, que por mucho que los ha buscado, no ha logrado encontrar. “Te voy a decir uno que me acuerdo que yo nunca lo he visto, aunque lo he buscado, que se llama La espada y el crisantemo de una antropóloga. No lo he visto. Y sí es un libro, digamos, yo sé que existe, ¿no? Pero no he tenido la fortuna de palparlo físicamente”.

Imagen cortesía de la autora

Héctor, por su parte, explica su experiencia desde el lado del cliente. “De las cosas que me gustan de las librerías de viejo es que es como una especie de cueva del tesoro, en el que se mete uno a escarbar precisamente, porque muchas de las librerías que conozco, o varias de las que conozco, pues no es que tengan precisamente un orden. Entonces, pues hay que estar buscando entre mucha paja para encontrar cosas buenas, pero esa misma búsqueda, pues lo hace muy interesante”.

Aunque las bibliotecas de personas que fallecieron son una manera de adquirir libros, estos también pueden llegar de otras formas. Por ejemplo, si a alguien no le gustó algún ejemplar, o si ya no tienen espacio suficiente en su casa para tener algunos libros. Incluso, comenta Melvin, hay ocasiones en las que las personas regalan libros con la esperanza de poder ayudar a jóvenes en sus estudios.

Las librerías de viejo son lugares que buscan mantener en circulación los libros para que no estén solo acumulando polvo. Reflexionando sobre la importancia de estos lugares, Héctor concluye que lo esencial es “darles justo una segunda vida a los libros, o sea libros que podrían terminar en la basura, pues llegan allí y es una forma de que alguien más los disfrute, y que siga uno obteniendo de ellos lo que nos ofrecen”.

Pero, aunque claramente los libros son esenciales, al final son las personas las que les dan vida a estos lugares. Al donar o vender volúmenes, al solicitar títulos que necesitan y al buscar en las estanterías hasta encontrar ese tomo que tal vez ni siquiera sabían que querían hacen que los libros sigan cumpliendo su función. Evitan que sean olvidados. Sin los lectores y los libreros, las librerías se quedan estancadas.

Paz entre libros

A pesar del ruido que proviene de los coches de la calle, al entrar a estas tres librerías se siente un ambiente pacífico. Los sonidos externos se calman y se entra a un nuevo mundo habitado sólo por libros. Es en medio de estanterías llenas de gruesos volúmenes, envuelta en el aroma a libros antiguos, que Roxana cuenta lo complicado que ha sido que los clientes vuelvan a ir a la librería como lo hacían antes de la pandemia.

En la actualidad, las plataformas de venta en línea van en aumento. Durante el confinamiento, “Los Argonautas” puso en práctica esta manera de trabajar virtualmente. Las personas escribían preguntando por un libro y, cuando lo tenían listo, pasaban a recogerlo o lo recibían a domicilio. Esto cambió la dinámica y provocó que mucha gente perdiera la costumbre de ir al espacio físico. Es por eso que a Roxana le parece importante encontrar de nuevo el encanto de ir presencialmente.

“Seguimos apostando a esto. Entonces creo que también es, pues volver a otra ola de usuarios que sí prescindan del espacio, del olor, de la banquita, del buscar, del encontrar, que salga el libro y los atrape”. Ella no ve a las librerías de viejo como un negocio más, sino como un lugar en el que las personas pueden encontrar paz en una ciudad que no deja de moverse. “Todos estos espacios se vuelven aliados. De pronto llega gente que dice “es que yo siempre en una ciudad busco esto porque es como que mi manera de hacer tierra”. Un lugar seguro, un refugio también. encontrar algo muy tuyo, muy personal”.

Héctor forma parte del tipo de personas que menciona Roxana. Aprecia el hecho de ir a estos lugares, pues le parece un ambiente hogareño. “Es como entrar en una biblioteca particular. El hecho de que sean libros de segunda mano, como que le dan ese otro matiz, de que estás entrando a un lugar donde ya ha habido más gente allí, como que ya hay historias contenidas en esos libros, aparte de las que están impresas, de las personas por las que han pasado esos textos. A mí me da esa sensación, así como de que está entrando uno a un mundo más allá de los libros”

Cuando acude a una librería de viejo, siente que llega a una especie de laberinto. “No sabes qué te vas a encontrar, porque son sitios enormes, llenos de estantes. Y pues sí, se sentía uno como una especie de minero allí buscando desenterrar una joya entre tanto librero”. Cuando se le comenta acerca de la perspectiva que tiene Roxana respecto a las librerías, rápidamente concuerda con ella. “Definitivamente es una sensación muy distinta. Es así como un lugar en el que se siente uno a gusto, seguro”.

Xalapa es una ciudad de libros, tanto nuevos como viejos. Libros que ayudan a preservar el legado de los que ya no están, manteniendo una parte de ellos viva en todos los libros que amaron y que ahora están ahí, a la espera de un nuevo lector. Libros que te impulsan a encontrarlos, a salir de tu rutina y lanzarte a lo desconocido, en busca de nuevas aventuras. Libros que cuentan una historia y que aparte llevan consigo la historia de sus anteriores dueños. Libros que te dan una cierta confidencialidad contigo mismo y la literatura. Héctor lo describe claramente cuando habla de su experiencia al entrar a una librería de viejo. “Es como estar rodeado de amigos”.

Los invitamos a que vean tambien el reportaje «Librerías de Viejos» en el canal de YouTube de TV Anáhuac Veracruz

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