– Anhelada por muchos, que sólo en su imaginación la conocen, evidenciada por quienes la han experimentado. –

Ofrece poder, reconocimiento, lujos y comodidades ¿quién no quisiera gozar de esos privilegios?

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Por mi cabeza muchas veces ha pasado la loca idea de imaginar como sería mi vida si fuera famosa, pienso en el estilo de vida que llevan las estrellas de cine, teatro, cantantes, músicos y deportistas. En apariencia disfrutan de una vida muy fructífera en todos los sentidos, son reconocidos y amados por su público. Son objeto de admiración social lo cual los posiciona en un nivel privilegiado que a muchos ha confundido causando en ellos el efecto de no tener los pies sobre la tierra. Ese delirio de grandeza provoca un extraño cambio en las acciones y actitudes de los seres humanos; en primer lugar los aleja de la realidad orillándolos a una clase de ensimismamiento. En segundo lugar, se desprenden fácilmente de su dignidad y estándares morales en pos de su trabajo y las exigencias que este implique, cualesquiera que estas sean. Y de igual manera son incapaces de respetar la dignidad del otro, actuando de manera ofensiva, discriminatoria y soberbia. Sobajando a los demás basados en la creencia de que su talento, su belleza física o su carisma los hacen automáticamente merecedores de la adulación. Se convierten en hombres o mujeres “superiores” al resto de las personas.

En este punto es importante aclarar que las afirmaciones anteriores no son una generalización, no estoy diciendo que todos los que prueban los frutos que crecen en el árbol de la fama actúan o piensan de esa forma. Sólo estoy mencionando algunos de los síntomas comunes a los que están expuestos. Algunos se contagian, otros no.

Aquí no se trata de reforzar estereotipos ni prejuicios, solamente de plasmar ideas y percepciones.

Después de reflexionar sobre uno de los peligros de la fama y ponernos en los zapatos de quienes están frente a cámaras y micrófonos, abordaremos una visión que nos será mucho más fácil de entender ya que es el papel que nosotros, como consumidores mediáticos y auditorio, jugamos en este tema de la fama.

Pienso que también somos culpables de idealizar y posicionar en un lugar incorrecto al artista, deportista o personaje público que se les venga a la mente. Los convertimos en objetos y olvidamos que son personas con necesidades, anhelos, preocupaciones y sensaciones tal y como lo somos todos los seres humanos. Tal vez suene exagerada esa declaración, pero es una realidad que en medio del entusiasmo, la algarabía y emoción nos cegamos totalmente y no consideramos la humanidad que poseen estos “ídolos”.

Y precisamente en nuestra naturaleza humana todos, sin excepción, estamos expuestos a estos peligros o formas no sanas de interactuar con el mundo del arte, deporte y entretenimiento impulsado y alimentado por los medios de comunicación.

Por: Karla Ivonne Vásquez Medina

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